Liturgia

Sentarse a la mesa con Jesús

Jesús se sienta a la mesa con todo tipo de personas (piadosas y observantes, pecadoras y sobrantes) y les ofrece una pregustación del Reino de Dios. He aquí que sentarse a la mesa con Jesús implica derribar muros y acoger sobrantes, pecadores e ignorantes, y edificar la comunidad del Reino, creando vínculos de fraternidad y de amistad. Pero también sentarse a la mesa con Jesús, interpela la propia capacidad de amar hasta el extremo, como él ama; la propia disponibilidad de orar por los demás, unido con Él y con su Padre en la comunión del Espíritu Santo; la propia manera de vivir la amistad, viviéndola a fondo, incluso asumiendo que uno de los más íntimos pueda traicionarme, sin coartarle la libertad ni dejarle de amar; la propia fe y disponibilidad a seguir el camino del Reino; la propia capacidad de compartir, de relacionarme con los excluidos de los ambientes donde me muevo y actúo; a darme cuenta de las necesidades de los demás, ampliando la mirada. Y me alienta a dejarme amar hasta el final. Y nos sentamos a la mesa con Jesús en cada Eucaristía dominical, donde gustamos la felicidad del Reino, donde somos un solo cuerpo, a pesar de ser muy diferentes (1Cor 10,16-17). Y la Iglesia se muestra tal como es: una comunión con Dios y con los pobres y entre nosotros; donde toda la creación (Rom 8,22) saborea el alumbramiento de la nueva creación (por eso, en la plegaria eucarística se ponen en la memoria de Dios Padre todas las realidades creadas). ¡Vale la pena sentarse a la mesa con Jesús!

Jaume Fontbona

 

 


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