Simbología: La Puerta de Bronce

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Hoja 4

En el cuarto panel se muestran elementos de resolución escatológica.

El Juicio Final

El juicio es representado en su sentencia final, mediante figura risueña del Padre, con cosecha de elegidos en el seno. El “día del Señor” aquí es el día de su “gloria”, antes que el de su “ira” Es un Dios-Padre joven, sonriente, que atiende la intercesión de Jesús con el argumento de las llagas y María que muestra su pecho, con el recuerdo de sus atenciones maternales.

Lo que Jesús y María muestran es, aún en estado celeste, las señales históricas de haber vivido, las llagas y el pecho, es decir dos muestras de lo que ha sido “biográficamente significativo”, dos señales de una función decisiva de su existencia. Cristo muestra sus llagas:

“el cual, habiendo ofrecido en los días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun siendo hijo, aprendió sufriendo a obedecer y llegado a la perfección,  se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen, proclamado por Dios Sumo Sacerdote” (Hb 5,7-10).

La intercesión de la Virgen es tema muy promocionado por la devoción popular. Si el argumento de Jesús son las llagas, María muestra un pecho como recuerdo de la fase lactante de Jesús. Ese es su crédito, ocupa puesto y escala destacados, superior a los bienaventurados, a quienes atiende con su papel intercesor, papel que atiende como orante, como súplica al que realmente tiene el poder.

“Madre de mi pobre niño, mis senos se llenaron de leche inmaculada, de la verdadera y suave misericordia, de la que se alimentaron los Profetas y elegidos, y de los que yo misma nací...

...Después en mi infancia nutrí con mi leche a Jesús, luego en mi juventud alimenté a la estirpe de Dios, la santa cristiandad...” (Matilde de Magdeburgo. Schreiner 115).

Derivadamente, la intercesión se convierte en súplica confiada de los hombres:

“Pues que tú Virgen
 pariste el consuelo divinal,
 consuela mi vida triste,
tú Señora que naciste
para matar nuestro mal”
(Juan del Encina. Canción 35).

“Pues que tú, Reina del cielo, tanto vales,
da remedio a nuestros males”.
(Juan del Encina. Villancico 36).

Esta intercesión adquiere, en la tradición, alcance universal: desde Adán-Eva, hasta el último de los pecadores. Se ha destacado el inicio de la función de Abogada con los primeros padres:


"Los ojos de María/ al mirar a Eva y a Adán,
se llenaron de lágrimas...
Dejad de lamentaros, / me haré vuestra abogada ante mi Hijo.                  
Mientras tanto / nada de tristeza,
porque yo he traído al mundo el gozo. / He venido al mundo
para volver del revés el mundo del dolor...
Dejad pues de llorar, / aceptarme como mediadora vuestra
ante El que ha nacido de mí” (De Romano el Cantor).


La humanidad es acogida en el seno del Padre


San Esteban

Un ángel facilita el ingreso de San Esteban al paraíso para ver cara a cara a Jesucristo.

De los pies del Padre se extiende hacia abajo una cartela destinada a contener nombres del Reino: “y al que venciere le daré un nombre nuevo”(Ap 2,17), Misericordioso, Fraterno, Hospitalario, Amable, Hijo, Clemente, Vencedor... “Dar un nombre nuevo” tiene el alcance de crear, de fundar. Dios no recibe nombre de nadie, él se auto nombra y si se le pregunta el nombre, responde con un enigma. A Adán le ordena ejercer de señor poniendo nombre a las cosas que debe dominar, pero se reserva el mundo del espíritu, el cuidado de lo humano. Jesús pone nombre nuevo a Pedro, es un nombre del Reino. Los elegidos, convertidos en hombres nuevos, criaturas nombradas por el que recrea, el que redime y salva.

Los nombres, la danza


La danza y las Bienaventuranzas

Envolviendo la cartela vertical, se desarrolla un grupo de danza, expresiva del bienestar final. La danza, el juego, es el índice de la humanidad lograda con integridad de valores: homo ludicus, promovido a hijo, heredero, resucitado... la danza es figura de bienestar total: físico-psíquico, y de un bienestar dinámico, no pasivo. ¿No hay otra imagen para significar la felicidad de lo celeste?

“El arquitecto, el escultor, el pintor, el músico, el poeta, saben que la forma humana idealizada y la conciencia de su divinidad, son la base de cualquier arte creada por el hombre. Un solo artista ha captado esta divinidad, aunque lo ignore..., es el danzante”. (Duncan, cit en Alessandro Pontremoli 28).

Si se ha resucitado se encuentra la coherencia:

“El fuerte reclamo a la reapropiación del cuerpo es un aviso-anticipo al hombre para que recupere el sentido de la propia humanidad: La vida que brota del río originario, vuelve a resonar en el gesto del que danza”(Böhme. Movimento ed espressione, cit Aless Pontremoli 30).

Y la danza en forma circular parece ser el pensamiento tópico sobre el paraíso:

“El Santo, bendito sea, organizará una danza circular en el jardín del Edén, se sentará en medio de ellos, y alguno lo señalará con el dedo: aquí está nuestro Dios, es el Señor, lo esperamos, seremos dichosos y gozaremos en su salvación” (Is 25,9).

Esta imagen se realiza en la esfera celeste, en el mundo de Dios; acompaña a la imagen evangélica de las Bienaventuranzas, recogidas en banderines sobre mástiles, elementos y señales de la “ciudad de Dios”. Se subrayan las palabras finales de la segundas partes: “los pobres serán señores, los tristes reirán”, etc... y la propia ciudad de Dios está sugerida por una imagen de la Jerusalén celestial, del Apocalipsis, según El Beato de Liébana, parecida a un plano de ciudad:

“Te mostraré a la desposada, la esposa del Cordero... muro con doce puertas... hacia oriente tres puertas, al septentrión tres puertas, al mediodía tres puertas, al poniente tres puertas. El muro de la ciudad tenía 12 fundamentos y sobre ellos 12 nombres, según los doce Apóstoles del Cordero. Y el que hablaba conmigo tenía una caña de oro para medir la ciudad... y la ciudad se asienta sobre base cuadrada” (Ap 21,9-12).

Un  último motivo, una especie de cartela con personajes concretos de significación teológica eclesial, del lado del ministerio: el Obispo Fernando Sebastián; Párroco Isidoro Crespo, Coadjutor Carlos Olóriz. Se cierra con tres nombres concretos de significación, no menos teológica, laical: Arquitecto Joaquín Arellano; colaboración cualificada y extraordinaria de Lourdes Goicoechea; y Aparejador Isabelino Río Rodríguez. En esta última serie se verifica la coherencia con la valoración eclesial del profesional laico enunciada en la segunda hoja de la puerta.

Todo se cierra con un registro local, el escudo del Valle de Egüés, al que pertenece Gorráiz, y tres figuras del Tunturroak, encargadas de ahuyentar los espíritus, mera comparsa folclórica frecuentada en Carnavales y fiestas de la región. Subyace la idea de apuntar que ninguna realidad humana honorable y digna, se sustrae a la bendición de Dios y a la valoración de los hombres. Pero, sobre todo, en la puerta se les asigna el papel de “guardianes del umbral”, competentes, en grado menor que los ángeles y que las mismas campanas, vigilan el ingreso.

La firma del autor de la parte escultórica Miguel Iribertegui op, precedido del escudo de la Orden Dominicana, es el último elemento.

La ciudad celeste y la ciudad terrena